por Impresiones Lasjustas
Las personas y sus verbos
Diría que tu pasado
es más imperfecto que pretérito,
pero quién soy para conjugarte.
De los pasados en pasado
que se caen de los bolsillos cotidianos de los relojes,
de los que parece que siempre se aprende algo,
o de los que marcan su estampa terrible e indeleble,
extraigo estas palabras
viudas de sujetos y de predicados
que hablan en presente de tu presente,
un regalo, o un presente, su segundo apellido,
este en el que vives, cantas, sueñas, bailas,
te enfadas o rompes a reír en un mar de carcajadas.
Si me dejas,
me acurruco entre el nosotros y el vosotros
de la oración que escribimos o escribisteis.
En tu futuro de color indicativo,
me colgaré de tu brazo, con disimulo,
con o sin equipaje de mano,
qué importa discutir los pormenores ahora,
donde buscaré formar parte, ojala,
de vuestros verbos y de sus conjugaciones.
Diría que conozco a cierto niño rubio,
inventor de mundos mejores
que faltan por inventarse,
arquitecto e ingeniero de los sueños
que aún sueñan los soñadores.
Diría también que tengo noticias
de una niña de ojos grandes,
carita de luz,
por la que matarán los artistas,
que lleva con mucha gracia sus dos coletas,
que le dice a su madre
que es un sol con rayitos,
que habla sin parar de hablar
aunque no haya erres en su boca.
Afirmaría que mis manos
los pintan en este poema
con pinceles de futuro.
Serán esto o aquello,
imposible negárselo,
vivirán, volarán, sufrirán, amarán.
Son mañana
en el hoy donde me los imagino.
Diría que la tercera persona del singular
de este poema y de esta estrofa,
soy yo con la piel curtida de adverbios
y de verbos irregulares,
difíciles de conjugar correctamente.
Me visto con los tonos cautelosos
de cualquier modo subjuntivo,
porque querría que me cercaras
y me invadieras, sin negociación mediante,
sin adjetivos ocultos ni calculados
que me traicionen a última hora
por una treintena de monedas de plata,
ni quisiera o quisiese formas verbales compuestas
que todo lo hubieren complicado aún más.
Porque desearía
que se fugaran mis fantasmas
a otro tiempo verbal,
a uno caduco, en desuso y remoto,
alejado de mi presente,
desconocido en la estación del futuro,
que tuviera un matiz de recuerdo
que se abandonara a la suerte de su olvido.
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Endecasílabos en la garganta
En la garganta se anudan palabras
que mis ojos prohíben explicarte.
Parecen un grito que muere sordo,
un aullido de auxilio sin consuelo,
la voz que clama reconciliación,
millares de estribillos de mentiras
que se adornan de prendas pretenciosas
con el falso charol de la verdad.
En la garganta se amarran palabras,
se hacen fuertes en mis cuerdas vocales.
Son secretos que buscan algún dueño,
sonidos sin claro significado,
versos huérfanos carentes de padre,
endecasílabos desahuciados
por no pagar cuotas del alquiler.
En la garganta se inventan palabras
que nacen con un nudo en las entrañas.
Me atraganto si las pienso muy rápido,
toso si las digiero muy despacio,
o se extravían de regreso a casa
con rimas burlonas de una canción.
En la garganta acaban las palabras
que finjo escribir a un destinatario,
calle Olvido, con remitente Nadie.
El cartero gris devuelve mis poemas
por desconocer tus dos apellidos.
En la garganta se pierden palabras
en estrofas cada vez más pequeñas,
como si este poeta llegara tarde
a la cita con un soneto rojo.
En la garganta se asfixian palabras,
se suicidan a oscuras y en silencio.
No se atreven a que alguien las descubra.
En la garganta se quedan palabras
por decir lo que dirán algún día.
En la garganta murieron palabras.
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